martes, 27 de abril de 2010

Yo cocino pero tu lavas los platos, ok????


Recuerdo con dulzura muchas "primeras veces", cuando recién estaba casada. Las primeras compras en el supermercado, el primer almuerzo dominguero hecho en casa, los primeros cumpleaños en...parejada. Casi todo fluía, sin esfuerzo, como si uno se anticipara al pensamiento y la necesidad del otro, no había que pedir nada, todo se daba con un encanto riquísimo y los momentos pasaban así, hasta los desacuerdos se solucionaban con unas cuántas cosquillas, un beso y ya. Nada era más importante que el simple placer de estar juntos.
Luego,
luego,
luego... cuando las crísis comienzan a asomar y sumados a la "burbuja de amor", desvían nuestra atención hacia el dinero, los hijos, los quehaceres domésticos multiplicados, el trabajo, el cansancio, etc., aparecen esos pequeños o grandes sube y bajas en la línea recta y comenzamos a echarnos para atráz y a esperar que el otro dé el primer paso para nosotros recién responder, esperamos que el otro tome la iniciativa (y en ésto debo decir que las mujeres ganamos todos los premios.. en "esperar que.."). Esperamos que él ofrezca su ayuda, que él se de cuenta de...esperamos que se acuerde de....que piense en....Hmm..

Primero mandamos recordatorios con sabor a "te olvidaste de..." , luego callamos pretendiendo pensar que bueno ya se acordará, luego mandamos otro recordatorio, tal vez ahora acompañado con unas cuantas lagrimitas histéricas disfrazadas de resentimiento cuando constatamos que él no se va a dar cuenta de todo lo que esperabamos. Paso siguiente y ya con unos añitos encima de recordatorios, un día nos levantamos y nos convertimos en brujas, nada de recordatorios, ni de lagrimitas, ahora los reclamos son directos y sin anestecia, y comenzamos a perseguir a nuestro querido esposo, que con razón muchas amigas mías lo llaman de tercer o cuarto hijo. El querido esposo (o tercer o cuarto hijo)asume perfectamente su rol y espera a que le digamos exactamente todo lo que tiene que hacer o lo que queremos que haga. Chilla, grita y patalea pero al final lo hace.

Entonces, se confirma lo dicho por un querido amigo: "Todos los hombres son unos conchudos y todas las mujeres son unas brujas".. ja, ja. Claro toda regla tiene una excepción o dos. Hay quienes tal vez echando a perder, o pasada ya la experiencia, pueden decir desde el primer día con claridad, amor y sin tono de reclamo: "Yo cocino, pero tu lavas los platos ok??" Y aplicarlo a todos los niveles de la tan complicada convivencia.

¿nunca es tarde para colgar la escoba no???.... Upps.

miércoles, 7 de abril de 2010

Esas cuarentonas....


A propósito de acercarme a los cuarenta y no sé por qué últimamente receptora de demasiada información de las intrincadas relaciones entre hombre y mujer, (Es como si el nuevo status de separada me diera alguna cualidad especial, que aún no sé cuál es, por la cual las personas cercanas ahora se atreven a contarme sus resbalones, sus cabezasos, sus acciones clandestinas con exquisito detalle). Y, al respecto surge el tema de las cuarentonas.
Alguien me dijo que la mujer a los 40 tiene un segundo despertar sexual, algo así como los hombres a los 19 o 20, despertar que les permite actuar no solo con mayor desenfreno y desparpajo, sino con la seguridad que da la experiencia, para saber exactamente qué es lo que se quiere y cómo se quiere y por ende saber también qué es lo que no se quiere. También me dijeron que en el caso de los hombres pasados los 40 ó 45 años, salvo consideradas excepciones, el hombre empieza el declive en su rendimiento sexual, por ende no pueden seguirle el ritmo a las cuarentonas, ja, ja, que feo suena no???.. pero bueno, tiene cierta lógica.
A los 40, la mujer, casada o descasada, logra nuevamente volver a su rol más femenino, luego de pasar por la maternidad, de perder la figura una, dos o más veces, luego de los largos primeros años de crianza en donde el tiempo, la energía y la voluntad se ven mermadas hasta para hacer vida de pareja, se regresa otra vez a la misma esencia, a lo más femenino, con la ventaja de haber vivido y aprendido, aunque sea en silencio.
En el hombre no sé, esperaremos que alguno hable, pero me viene a la mente la frase esa tan popular del "viejo verde", aludiendo a aquellos cuarentones o cincuentones que buscan mujeres jovenes y deshechan a las maduritas, claro, ese mismo alguien me dijo (y es hombre por si aca), "es que las chiquillas no exigen, no reclaman, no saben nada, tons para el "viejo verde" eso es fácil pues.... en cambio con una cuarentona la cosa se pone difícil".
Bueno, este tema, aún esta confuso, seguiré prestando oídos conforme yo me acerque a los 40, upps!!!!!

sábado, 3 de abril de 2010

Somos exigentes o ¿ yo soy exigente?

Esos detallitos, pequeños, grandes, constantes o aparecidos de cuando en vez, que, por lo menos a mi, o creo que a las que somos más que exigentes nos hacen perder el encanto, la fascinación por ese que creemos principe azúl y resulta siendo morado, ahí van:
De la presentación:
Zapatos negros con medias blancas.
Mocasines de salsero.
Manos descuidadas, uña del meñique larga.
Camisa hawaiana en fiesta de navidad.
Pelitos sobresaliendo de la nariz, o peor aún de la oreja.
Carro lleno de papeles, ropa y restos de comida.
Diente con funda de oro.. a lo Pedro navaja...
Del tema:
Los que solo saben congujar la primera persona.
Los que se lanzan a la primera con piropitos, sin ver si hay agua en la piscina.
Los excesivamente complejos o excesivamente simplones en sus temas.
Los quejones.. de la ex, del trabajo, del jefe o del tráfico o de todas las anteriores.
Los que esperan los últimos 0.5 minutos del encuentro para decir: "y tú.. ¿qué tal?".
Los que te vuelven a preguntar algo que les dijiste hacía 10 minutos... imperdonable.
De los modales:
Hablar por el celu, el nextel y todo aparato electrónico que le permita mostrar que es un hombre altamente requerido.
Poner la radio del auto a todo volumen y con la música que sólo a él le gusta.
Hacer roche (lío) en algún lugar público por detalles intrascendentes.

Solo para comenzar, la lista es larga.. uppsss!!!