
Recuerdo con dulzura muchas "primeras veces", cuando recién estaba casada. Las primeras compras en el supermercado, el primer almuerzo dominguero hecho en casa, los primeros cumpleaños en...parejada. Casi todo fluía, sin esfuerzo, como si uno se anticipara al pensamiento y la necesidad del otro, no había que pedir nada, todo se daba con un encanto riquísimo y los momentos pasaban así, hasta los desacuerdos se solucionaban con unas cuántas cosquillas, un beso y ya. Nada era más importante que el simple placer de estar juntos.
Luego,
luego,
luego... cuando las crísis comienzan a asomar y sumados a la "burbuja de amor", desvían nuestra atención hacia el dinero, los hijos, los quehaceres domésticos multiplicados, el trabajo, el cansancio, etc., aparecen esos pequeños o grandes sube y bajas en la línea recta y comenzamos a echarnos para atráz y a esperar que el otro dé el primer paso para nosotros recién responder, esperamos que el otro tome la iniciativa (y en ésto debo decir que las mujeres ganamos todos los premios.. en "esperar que.."). Esperamos que él ofrezca su ayuda, que él se de cuenta de...esperamos que se acuerde de....que piense en....Hmm..
Primero mandamos recordatorios con sabor a "te olvidaste de..." , luego callamos pretendiendo pensar que bueno ya se acordará, luego mandamos otro recordatorio, tal vez ahora acompañado con unas cuantas lagrimitas histéricas disfrazadas de resentimiento cuando constatamos que él no se va a dar cuenta de todo lo que esperabamos. Paso siguiente y ya con unos añitos encima de recordatorios, un día nos levantamos y nos convertimos en brujas, nada de recordatorios, ni de lagrimitas, ahora los reclamos son directos y sin anestecia, y comenzamos a perseguir a nuestro querido esposo, que con razón muchas amigas mías lo llaman de tercer o cuarto hijo. El querido esposo (o tercer o cuarto hijo)asume perfectamente su rol y espera a que le digamos exactamente todo lo que tiene que hacer o lo que queremos que haga. Chilla, grita y patalea pero al final lo hace.
Entonces, se confirma lo dicho por un querido amigo: "Todos los hombres son unos conchudos y todas las mujeres son unas brujas".. ja, ja. Claro toda regla tiene una excepción o dos. Hay quienes tal vez echando a perder, o pasada ya la experiencia, pueden decir desde el primer día con claridad, amor y sin tono de reclamo: "Yo cocino, pero tu lavas los platos ok??" Y aplicarlo a todos los niveles de la tan complicada convivencia.
¿nunca es tarde para colgar la escoba no???.... Upps.